• 11 de Diciembre, 2020

Joven abandona las drogas después de ser evangelizado, y lleva a su familia a Cristo.

Con tan solo 12 años, Abnober, quien creció en un hogar disfuncional debido al alcoholismo de su padre, se involucró en las drogas y el alcohol, pero un encuentro con Cristo en su escuela cambió su vida.

Aunque su madre creía en Dios, no practicaba su fe porque temía la persecución y la intolerancia de su tribu. La familia formaba parte de una tribu en la que la negativa a participar en fiestas y actividades tradicionales sonaba a "traición", lo que también traería "mala suerte" a los vecinos de la comunidad. Por tanto, la predicación del Evangelio está prohibida y las amenazas de cerrar o quemar iglesias son constantes en la región.

A pesar de ello, los padres de Abnober decidieron enviarlo al Abrigo Lar Cristão de Colombia, un centro educativo apoyado por la Misión Puertas Abiertas. Tenía 14 años en ese momento y todavía estaba involucrado en malas compañías. Esta decisión de la familia del adolescente permitió una rápida y extraordinaria transformación en su vida.

"Este lugar es una gran bendición", dice Abnober. “Desde que llegué he aprendido muchas cosas. La educación en mi comunidad no es tan buena como aquí. Aprendí sobre sistemas, cómo trabajar en equipo y conocí a personas que aman a Dios. Esto me hizo crecer más en el conocimiento del Evangelio y en mi vida espiritual. Es como mi segundo hogar”.

Cuando regresó a casa de vacaciones, después de pasar un año en la escuela, la familia quedó impresionada por la transformación de Abnober. La comunidad también vio el cambio. "Vieron el cambio", recuerda. “Después de un año, era una persona muy diferente. La comunidad reconoció que había cambiado mucho”.

Sorprendentemente, después de haber visto a Dios obrar poderosamente en la vida de Abnober, no solo su madre comenzó a vivir para Jesús, sino que su padre se hizo cristiano y dejó el alcohol. “Doy gracias a Dios porque mi familia ahora es cristiana”, dice Abnober.

Pero, como es el caso de los cristianos en esa tribu colombiana, la fe de la familia la llevó a la persecución. “Mi madre trabajaba como líder en el cuidado de niños, pero la despidieron porque cree en Dios”, explica Abnober. "Ella comenzó a contarles a los niños acerca de Jesús, pero los líderes de la tribu no querían eso".

A pesar de estas dificultades, Abnober, ahora de 22 años, sabe que Dios se ocupa de él y de su familia. "Dios es bueno conmigo y sé que está conmigo", dijo el joven. "Me gustaría tener una carrera en ciencias de la computación", dice. “Si Dios quiere, terminaré mis estudios el próximo año y luego podré empezar a trabajar como profesional, pero también me gustaría seguir estudiando en otra área. Si me desarrollo más, podré ayudar mejor a mi familia y servir a la sociedad”.

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